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¿Qué es la enfermedad del beso?

La enfermedad del beso (o mononucleosis infecciosa) es una enfermedad viral infecciosa causada por el virus de Epstein-Barr, un tipo de virus herpes que se transmite principalmente por la saliva, a través de los besos, fundamentalmente, pero también compartiendo bebidas o alimentos.

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La enfermedad del beso (o mononucleosis infecciosa) es una enfermedad viral infecciosa causada por el virus de Epstein-Barr, un tipo de virus herpes que se transmite principalmente por la saliva, a través de los besos, fundamentalmente, pero también compartiendo bebidas o alimentos.

Lo cierto es que se trata de una enfermedad leve, que incluso puede pasarnos desapercibida. Sus síntomas más comunes son debilidad y cansancio, pero también puede haber fatiga, fiebre, garganta inflamada, hinchazón del hígado o incluso erupciones. La forma de detectarla es mediante un simple análisis de sangre. Actualmente no existe cura para ella.

Una vez que la persona ha sido infectada por la enfermedad del beso, tras pasar unos días con los síntomas, el virus queda almacenado durante toda la vida en el organismo, pero en modo inactivo. Es posible que el virus vuelva a reaparecer en algún momento, pero sólo si se dan características concretas que bajen nuestras defensas drásticamente, como un problema con el sistema inmunitario.

El virus de Epstein – Barr (el que provoca la enfermedad del beso) es responsable de una amplia gama de enfermedades, como el linfoma de Hodgkin y el linfoma de Burkitt. Y ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Montreal (Canadá) ha descubierto cómo éste toma el control de los mecanismos de regulación génica de nuestras células para permitir que el virus se duplique a sí mismo. El objetivo de este estudio, publicado en la revista PLOS Pathogens, es poder tratar mejor no sólo la enfermedad del beso sino también los cánceres causados por este virus.

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Llegó la gripe A

El pasado abril, la Organización Mundial de la Salud hizo saltar las alarmas por la rápida transmisión del nuevo virus de la gripe porcina. En poco más de un mes desde su detección en México, el N1H1 afectó a unas 1.600 personas y dejó más de 40 muertos. En febrero de 1982, un brote de gripe porcina en el estado de Nevada (EE UU) acabó con la vida de una niña de cuatro años. Los investigadores temieron una epidemia que finalmente no se produjo. El virus que se aisló de la pequeña resultó ser muy parecido a otro que en 1976 había causado una de las alarmas epidemiológicas más importantes en la historia del país. El agente viral mató a un militar en Fort Dix (Nueva Jersey) e infectó a 200 cadetes. La alarma desatada fue tal, que el gobierno del presidente Gerald Ford inició un programa que costó 135 millones de dólares para vacunar a más de 40 millones de americanos. La medida tuvo que ser suspendida, ya que la administración del fármaco se relacionó estadísticamente con una enfermedad paralizante llamada síndrome de Guillain-Barré. Los lotes de vacunas se destruyeron, pero la amenaza de la gripe ?también llamada influenza? no desapareció. Entre diciembre de 2005 y febrero de 2009 se contabilizaron 12 casos más en EE UU. La historia se repite con muchos de los patógenos que infectan poblaciones animales, ya sean cerdos, aves o jinetas. Siempre están ahí, al acecho, dispuestos a saltar a las poblaciones humanas a la menor oportunidad. El de la gripe porcina, cuyo virus se transmite por el aire, es un caso más. Como el consumo de carne de cerdo no implica ningún riesgo de transmisión, para eliminar de su nombre referencias que afecten a las industrias cárnicas, se ha rebautizado como gripe A. La crisis, que tomó forma en México el pasado abril, se remonta al pasado 18 de marzo, cuando las autoridades observaron un aumento de casos de influenza y pensaron que estaban viendo episodios estacionales de la convencional. De acuerdo con la revista médica The Lancet, el primer caso confirmado en personas se produjo en California, cuando los expertos de los Centros de Control de Enfermedades en Atlanta (CDC) constataron en dos individuos la presencia del virus que la causa, el H1N1. Era 21 de abril. Cuatro días después, las autoridades mexicanas anunciaron que habían detectado el mismo germen. El torbellino de personas asustadas, colegios vacíos y mascarillas en la calle ya nos son familiares. El mundo se ha enfrentado recientemente a varios brotes epidémicos, como la neumonía atípica o síndrome respiratorio revero y agudo (SARS), una dolencia grave producida por un coronavirus muy contagioso que irrumpió en Hong Kong, en 2002. Aquel brote finalmente se contuvo. ¿Esta vez será diferente? Cuando este ejemplar de MUY llegue al quiosco, es posible que el foco mexicano se haya convertido en una pandemia; quizá en una suave, o puede que en algo más preocupante. También puede ocurrir que se apague, tras dejar miles de infectados y más de 150 muertos. Pero los virus son impredecibles. No hay bola de cristal que nos asegure cómo van a extenderse y mutar. La gripe porcina es una enfermedad habitual en el cerdo. Un documento de los CDC indica que entre el 30% y el 50% de la cabaña porcina americana está griposa. "Los animales se infectan durante todo el año", explica Amelia Nieto, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en Madrid. Nos parecemos tanto genéticamente a los cerdos -con perdón- que no tenemos problemas en intercambiar patógenos con ellos. Según Juan Ortín, investigador del cita do centro, "es frecuente que los virus gripales porcinos infecten a seres humanos, y viceversa". En este juego puede ocurrir casi cualquier cosa. Por ejemplo, el 3 de mayo la Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos (CFIA) informó de que un granjero portador del virus había contagiado a varios cerdos en Alberta, Canadá. La cepa responsable de las víctimas en México, que pertenece al subtipo H1N1, contiene el componente H1. Este se encuentra tanto en el virus de la gripe humana como en el de la porcina. "Lo que no es normal es que, una vez que han dado el salto del cerdo al hombre, los virus se transmitan entre nosotros, como ha sucedido ahora", dice Ortín. Las incógnitas persisten. "No sabemos por qué el virus causa tantas muertes en México y no en otros países", indica Nieto. "Puede haber dos explicaciones. Una se relaciona con las condiciones sanitarias mexicanas: la ausencia de antivirales para administrar en los casos de infección severa y las condiciones inmunológicas de la población", sugiere esta experta. La otra posibilidad es, según ella, que "el virus porcino que allí circula esté mas alejado del virus humano del año pasado". En otras palabras, las cepas convencionales que atacaron a los mexicanos en 2008 son menos similares al virus porcino que las de la influenza que se instaló el último invierno en EE UU. ?Los mexicanos podrían tener un recuerdo inmunológico peor que el de los estadounidenses. "Esto es raro porque normalmente los virus humanos circulantes son muy parecidos?, continúa. El goteo de muertes en mayo en EE UU responde así a lo que los expertos esperan, que es un número relativamente bajo de fallecimientos en el mundo. Obviamente, esto dependerá de la virulencia del nuevo patógeno. El foco infeccioso de México trae inevitables recuerdos de la gripe española de 1918. El calificativo de española es injusto, ya que no surgió en nuestro país, sino en una guarnición militar en Fort Riley (Kansas, EE UU). Lo que sucedió en aquel momento es que la prensa de España -país neutral en la Primera Guerra Mundial- no ocultó los estragos de la enfermedad; en cambio, los medios de comunicación de los países participantes en el conflicto bélico sufrían la censura y no podían informar de las muertes para no desalentar a las tropas. La pandemia de 1918 fue "la más devastadora que jamás hemos sufrido en nuestra historia", declaró al periódico The New York Times John R. La Montagne, jefe del departamento de enfermedades infecciosas del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas de EE UU. El número de víctimas calculadas oscila, según las fuentes, entre 20 y 40 millones. En cualquier caso, las cifras de mortalidad son similares a las que alcanzó la peste bubónica -la llamada Muerte Negra- entre 1347 y 1351, que pudo infectar a unos 2.000 millones de personas. Esto explicaría el alto número de víctimas que dejó, a pesar de que la mortalidad del virus fue del 2,5%, es decir, mató a 2,5 de cada cien contagiados. Durante el pasado siglo hubo dos pandemias más: en 1957, la fiebre asiática, que liquidó a unos 70.000 norteamericanos, y 11 años después, la fiebre de Hong Kong, con unas 28.000 víctimas. El de la gripe es un virus cuyo material genético es de ARN. Para multiplicarse, necesita colarlo -junto a un paquete de enzimas- en una célula y secuestrar su maquinaria para hacer las copias de ARN que integrarán los nuevos virus o viriones. Así, si un cerdo es infectado por el virus humano y el porcino a la vez, el resultado puede ser un virión con un ARN que contenga fragmentos de las dos especies. Estos híbridos cocinados en el animal pueden saltar de nuevo al hombre. Hoy, las variantes que circulan por los humanos son del tipo H1N1, H1N3 y H3N2. Los investigadores están dilucidando cuál es la estructura genética exacta del nuevo virus ?tipo H1N1? responsable del brote. Si echamos un vistazo atrás, los pronósticos no resultan alentadores. En un informe de la revista The Lancet publicado en 2006, el equipo del especialista Christopher Murray analizó los datos de la gripe de 1918 y predijo que la próxima pandemia mataría a unos 62 millones de personas, de las cuales el 96% se localizaría en países del tercer mundo. Los habitantes de los países en desarrollo y las poblaciones de refugiados -se calcula que en el mundo hay 50 millones de personas desplazadas de sus hogares por conflictos bélicos, de las que la mitad son niños- son los que sufrirían las peores consecuencias; en definitiva, los que viven en el umbral de la pobreza. Es una triste noticia que nos hace recordar que las enfermedades tropicales, las fiebres y los parásitos matan a millones de ellos cada año sin merecer una columna de un periódico. ¿Se puede frenar en seco una pandemia de gripe con los medios actuales? El pasado 26 de abril la OMS elevó el nivel de alerta desde el grado 3 ?poca o muy poca transmisión del virus de persona a persona? al 4 ?fácil transmisión entre humanos-, para acabar subiendo en sólo tres días hasta el grado 5 ?pandemia inminente-. Detener una enfermedad que tiene los mismos síntomas de la gripe convencional es una tarea poco menos que imposible en el mundo de hoy. Por ejemplo, varios turistas de Nueva Zelanda quedaron contagiados sin saberlo en México y en cuestión de horas regresaron a su país, en el otro extremo del globo. El virus, en el momento en que se escriben estas líneas, ha aparecido en casos aislados en Nueva Zelanda, España, Escocia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y varios países de Sudamérica. Viaja tranquilamente en avión. En la época victoriana, antes de que el hombre volara con rapidez, otro gallo habría cantado. "En la aldea global no se pueden parar las transmisiones virales y, de entrada, la única herramienta posible son los medicamentos antivirales", indica Nieto. Y añade: "Estos se usan como herramienta de choque, junto con el aislamiento de los casos detectados, que son sólo los que padecen los síntomas más evidentes. Se puede tener una infección subclínica y asintomática pero estar infectado y contagiar a otras personas". Los síntomas habituales de la gripe porcina no difieren de los de la influenza humana estacional. "Hasta que no ha matado, no hemos sabido que había virus porcino circulante", señala Nieto. Lo positivo de esto, explica, es que, al ser esta enfermedad tan parecida a la gripe vulgar, quienes han padecido esta última "pueden estar parcialmente protegidos; además, las vacunas convencionales quizá podrían proporcionar algo de inmunidad". La parte negativa de la similitud de ambos patógenos es que el porcino puede circular fácilmente entre humanos. El virólogo Luis Enjuanes, que es el mayor experto de España en el virus del SARS, sugiere una comparación entre ambas crisis. Aquel coronavirus infectó a unas 8.000 personas, especialmente el sur de Asia, y un 10% de los afectados falleció. Con la gripe aviaria, trasmitida por el virus H5N1 de las aves a los humanos, se contagiaron 421 personas, de las que murieron 257; es decir, el 59%. Este porcentaje no tranquiliza demasiado. Con lo que sabemos hasta ahora, la mortalidad de la influenza porcina podría ser diez veces menor que la de la aviaria, aunque la cifra definitiva sólo la conoceremos cuando dispongamos de datos estadísticos. Hay que esperar. La red de alerta epidemiológica para la gripe, coordinada desde la OMS, está vigilante ante la evolución de la crisis. Encaramos el verano, con más horas de luz abundante, altas temperaturas y mayores dosis de luz ultravioleta, que desactivan estos virus. Si la cepa se hubiera propagado en invierno, las circunstancias habrían sido totalmente diferentes. En la estación estival, como indica Enjuanes, los locales se ventilan con más frecuencia debido al calor, y la carga del virus en el aire se diluye notablemente. Esto hace más difícil el contagio. En invierno, por el contrario, los locales están cerrados, la gente pasa más tiempo en ambientes viciados y la posibilidad de contraer el virus es mucho mayor. Hay otras buenas noticias, señala Enjuanes. La primera es que la identificación del virus se puede hacer en cuestión de horas, por lo que el diagnóstico es rápido. La segunda, que disponemos de una cura con los medicamentos antivirales como el Tamiflu. La mayoría de los países ha acumulado grandes reservas de este fármaco por el miedo a que un virus mucho más letal como el aviario se extienda. En este caso, la prudencia nos va a servir de mucho. Luis Miguel Ariza

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